Comentario
Los estilos artísticos de la isla de Nueva Guinea se han clasificado, geográficamente y por afinidades, en varios grupos, a cual más rico y original. Sin embargo, la zona más famosa por sus creaciones artísticas es, sin duda, la del río Sepik y sus afluentes, el Karawari; el Yuat y el Keram.
El poderoso río Sepik, con un curso de 1.126 km, en su mayoría navegables, es para Nueva Guinea lo que el Congo para África o el Amazonas para Sudamérica. Nace en las montañas centrales, cerca de la frontera con Irian Jaya. Describe en su camino hacia el mar enormes meandros, que a veces cambian de curso, dejando a su paso lagunas, brazos muertos y grandes zonas pantanosas, cubiertas por una exuberante vegetación. Debido a su falta de recursos naturales, no ha tentado la codicia de los blancos, por lo que ha permanecido durante mucho tiempo al margen de su influencia.
Uno de los mitos de creación del área del Sepik hace referencia al tiempo inmemorial en el que sólo había agua, situación que, con las crecidas del río, se reproduce anualmente. Sus gentes suponen que la creación del mundo como lugar habitable fue obra del cocodrilo, que vivía en las aguas primordiales, el cual acarreó tierra y más tierra sobre su dorso, desde el fondo a la superficie, hasta que se formó una isla, cada vez más grande, y de suelo más firme. Sin embargo, la tierra debe su estabilidad a que continúa apoyada sobre el dorso del cocodrilo. Cuando éste se mueve, la tierra se agita y se agrieta -los movimientos sísmicos son corrientes en esta zona del globo.
El curso medio del río, desde Pagwi a Angoram, es la zona más atractiva, desde el punto de vista artístico y por su paisaje. Su centro es el Karawari, potente afluente del río principal, y la zona llamada Blackwaters (Aguas Negras), donde predominan los canales y lagos poco profundos, en los cuales islas flotantes de floridas orquídeas se desplazan río abajo.
Sus creaciones artísticas son ricas y variadas, y cada aldea tiene su propio estilo. En Angoran se construyó una enorme casa tambarán en una amalgama de estilos de todo el Sepik, pero hoy se ha convertido en un mercado de objetos turísticos.
A pesar de la diversidad de estilos del área del Sepik, hay algo qué los hace inconfundibles y que les da aún mayor unidad de la que tienen las tallas malaggan de Nueva Irlanda, las maoríes o las esculturas de África occidental.
El tema más frecuente es la figura humana, pero sus formas, proporciones y rasgos faciales están tan distorsionados, que su aspecto produce una sensación inquietante. El rasgo más característico es una enorme nariz ganchuda, cuya curvatura recuerda el pico de un ave, y tiene, también, un cierto paralelismo con un falo. No interesa la realidad de la anatomía, sino la expresión de las fuerzas sobrenaturales que encama; por eso se las dota de una intensidad inusitada, que se consigue exagerando ciertos rasgos, como la cabeza, que puede ser enorme, especie de paleta cubierta de relieves, o gárgola que se proyecta hacia adelante.
Aunque las figuras son estáticas, inmóviles, producen una impresión de fuerza y vitalidad, quizá por lo macizo de su cuerpo, el aspecto compacto de sus hombros y caderas o la posición de las piernas ligeramente flexionadas.
Es frecuente la simbiosis de hombre y pájaro. A este último, águila pescadora o casuario, a veces sólo bosquejado, se le puede reconocer mediante su cotejo con piezas análogas más representativas. Este pájaro, siempre presente, aparece algunas veces como pájaro-hombre, pero otras el pájaro es distinto del hombre, y se posa sobre su hombro, o sobre su cabeza. Según los casos, el pájaro con las alas semiabiertas, parece proteger al personaje; o bien, recogido sobre sí mismo, parece dispuesto a devorarle.
Las figuras yipwon de las tribus del río Karawari y, sobre todo, los fantasmales espíritus de los Ewa, son, quizá, lo más representativo del arte del Sepik. Se trata de seres antropomorfos, formados por una serie de elementos curvos que parten de un eje y se concentran en uno o en varios puntos focales; estas formas curvas pueden ser meras abstracciones, pero otras veces son perfectamente identificables como cabezas de pájaro estilizadas. Este tipo de figuras aparece también más al este, en una zona que atraviesan los río Yuat y Ramu, cerca de la costa; en la falda meridional de las montañas del alto Sepik, y en las enormes figuras de los Abelam, en las montañas costeras, al norte.
En algunas zonas del Sepik se confeccionan máscaras de fibras vegetales, que se colorean con tonos violentos, se utilizan en ceremonias de iniciación pero, sobre todo, en los rituales de recolección del ñame, que se celebran de mayo a agosto, y dan lugar a complicadas ceremonias.
En ciertas zonas, especialmente en tomo a Maprik, muchas obras presentan una importante decoración polícroma. Suponen que la pintura es una sustancia capaz de imbuir poder, y cada color tiene su significado. Las altas fachadas triangulares de las casas tambarán de esta zona, distintas de las de las aldeas cercanas a las riberas, se cubren con una espléndida decoración polícroma a base de amarillos, rojos, blancos, negros y tostados. Su techumbre se prolonga a lo largo de todo el eje longitudinal y termina en la fachada posterior, casi a ras del suelo.
Sin embargo, la nota de color más fastuosa de Nueva Guinea, la constituye la parafernalia ritual, los atuendos y la pintura corporal de las tribus de las tierras altas centrales.